Mi nombre es Diego, tengo 54 años y soy adicto al alcohol y los ansiolíticos.
Llevaba 15 años consumiendo ansiolíticos a diario, y de una forma esporádica alcohol. Hace 5 años, no supe gestionar una serie de acontecimientos en mi vida y tuve la desdicha de refugiarme en ambos tóxicos. Aumentó el consumo de uno y otro a diario. Llegué a desarrollar un nivel de tolerancia tan alto, que ninguna cantidad me saciaba. No podía parar, no podía parar de consumir; el consumo se convirtió en el único objetivo de mi día a día. Mi vida se convirtió en un auténtico infierno.
Tuve dos comas etílicos acompañado de brotes psicóticos; un terrible accidente de coche en el centro de Granada, en hora punta, pudiendo haber atropellado a mucha gente.
Mi vida no tenía sentido, estaba vacía, y llegué al estado más denigrante al que una persona puede llegar.
Le hice la vida imposible a mi familia, y el daño más grande que un padre puede hacer a sus hijos. Para ellos esto se convirtió en una verdadera pesadilla.
No quería seguir viviendo, quería dejar de existir y en muchas ocasiones tuve pensamientos de suicidio.
Un día salí del hospital (por un coma etílico), mis hijos me llevaron directamente a al aeropuerto a coger un avión para Barcelona, para ingresar en un centro de adicciones. Yo no quería seguir, sentía que yo no tenía ningún problema con el consumo, pues esta enfermedad es la enfermedad del AUTOENGAÑO.
Yendo hacia el aeropuerto, tomé la mejor decisión de mi vida, decidí que «ellos decidieran por mí».
Estuve 4 meses en Barcelona,; 3 meses ingresado en un centro, y un mes en pisos tutelados. Tras ello, comencé mi tratamiento ambulatorio en CETPAG, en Granada.
Y aquí es donde empieza el verdadero tratamiento, pues el dejar de consumir no es tan difícil, lo verdaderamente complicado es mantener esa abstinencia en el tiempo.
El secreto del éxito de este tratamiento es la combinación de un magnífico equipo terapéutico, muy comprometido; unos compañeros de sala (que tienen tu mismo problema, que te entienden, te escuchan y te apoyan), y el esfuerzo y constancia de uno mismo.
Es una «escuela de vida», en el que te integran un estilo de vida muy ordenado; te hacen recuperar unos valores como son el ESFUERZO, HONESTIDAD, HUMILDAD VOLUNTAD, ETC, de manera que no tengas esa necesidad imperiosa de consumir.
Es una enfermedad cruel y agradecida a su vez, pues a poco que haces al principio ya vas viendo mejoría, te vas encontrando mejor y va bajando ese malestar crónico que siente uno por dentro.
Gracias a mis hijos, a este tratamiento y a esa decisión que tomé, me he convertido en la persona que soy.
A día de hoy estoy viviendo una vida PLENA, una vida con SENTIDO, rodeada de mi familia y lo más importante…
¡He vuelvo a recuperar la confianza de mis hijos!
Jamás podré llegar a agradecer a mis hijos por su apoyo y paciencia al igual que Irene, (mi terapeuta), por su implicación y compromiso conmigo.
DIEGO.